Eric, de 7 años, se ríe, mostrando una amplia sonrisa sin dientes, mientras habla sobre los viajes espaciales sentado bajo la sombra en un jardín, rodeado de un bosque espeso y exuberante, a pocas horas al norte de la capital de Filipinas, Manila.
Eric sueña con volar un cohete con los colores del arcoíris a Saturno. Acaba de perder los dientes de leche, pero es pequeño para su edad. Su camisa blanca a cuadros cuelga de sus diminutos hombros.
“¿Qué te hace llorar en terapia?”, le pregunta su trabajadora social. “Lloro a causa de mis padres“, dice mirando al suelo.
Fedalyn Marie Baldo ha pasado meses con Eric, su hermana María de 10 años y dos hermanos mayores para ayudarlos a comprender que la suya no es una infancia normal.
Durante años, cuando su vecindario dormía y gran parte del mundo occidental estaba despierto, los cuatro niños eran obligados a realizar espectáculos de sexo en vivo para pedófilos de todo el mundo.
Fueron violados y repetidamente abusados sexualmente por su madre ante la cámara. Su padre, tía y tío también participaron.
Fue el padre de los niños quien finalmente denunció a su esposa y su familia a la policía, supuestamente después de una disputa.
Los investigadores rastrearon pagos a la familia desde cuentas en Reino Unido y Suiza. Meses después, Eric, sus hermanos y su hermana terminaron en un hogar de la organización benéfica Preda, que se enfoca en ayudar a niños abusados sexualmente.
Es también donde ha trabajado Baldo durante 17 años. En ese tiempo, las imágenes y los videos de abuso sexual infantil se han disparado hasta convertirse en una industria de miles de millones de dólares en Filipinas, actualmente la mayor fuente conocida de explotación de este tipo en el mundo.
La pobreza extrema, el acceso a internet de alta velocidad y la capacidad de aceptar instrucciones en inglés fomentaron esta explotación.
Luego vino la pandemia.
Más de dos años de cuarentenas y uno de los cierres de escuelas más prolongados del mundo dejaron a niños vulnerables atrapados en casa con padres sin recursos económicos y desesperados por ganar dinero.
Un estudio reciente de Unicef y Save the Children estima que alrededor de uno de cada cinco niños filipinos podría estar sufriendo explotación sexual, lo que equivale a la sombría cifra de cerca de dos millones de menores.
Baldo teme que el abuso se esté “normalizando” en Filipinas y pueda volverse endémico en algunos de los barrios más pobres del país.
El presidente del país, Bongbong Marcos, ha declarado una “guerra total” contra el abuso sexual infantil y la industria que ha estimulado.
Pero, hasta ahora, es una guerra que Filipinas no está ganando.
Una batalla global
En Manila, mientras se acerca el amanecer, un equipo de la Oficina Nacional de Investigación se ha reunido cerca de un cementerio.
Las linternas se mantienen bajas, las armas están cargadas, las cámaras están listas para filmar evidencia mientras el líder del equipo da una última sesión informativa.
Están bajo presión para obtener resultados. Entre las lápidas de esta ciudad densamente poblada una familia vive entre los muertos.
Una madre de 36 años usa su teléfono inteligente en una pequeña cabaña de madera construida contra algunos de los monumentos más grandes del cementerio.
Ella cree que está enviando un mensaje a un cliente en Australia que solicita un espectáculo de sexo en vivo que involucra a sus tres hijos. En realidad, sus mensajes de texto van a un agente de policía encubierto.
Mientras ella enciende la cámara, alrededor de una docena de agentes se precipitan a través de estrechos caminos hacia su puerta. La única advertencia es cuando los perros callejeros empiezan a ladrar.
Ella no ofrece resistencia cuando una agente lleva a los niños a un lugar seguro y otros comienzan a embolsar evidencia: juguetes sexuales, teléfonos inteligentes, recibos que detallan pagos en el extranjero.
Al igual que con muchos de estos arrestos, este también es el resultado de un aviso del exterior.
La Policía Federal Australiana le dijo a la BBC que atraparon a un hombre en un aeropuerto con un dispositivo de almacenamiento lleno de videos explícitos de abuso infantil.
Su teléfono supuestamente contenía mensajes entre él y una mujer en Filipinas que solicitaba dinero a cambio de los videos.
Luego, decenas de agentes tardaron semanas en planificar la operación, que condujo a dos arrestos: uno en Manila y el otro en Sidney.
Funcionarios australianos dijeron que registraron un aumento de alrededor del 66% en los informes de explotación infantil en el último año.
Están trabajando junto con equipos de la Misión de Justicia Internacional, la Agencia Nacional contra el Crimen de Reino Unido y la Policía Nacional de los Países Bajos, y funcionarios en Filipinas, para tratar de encontrar a los agresores sexuales de niños.
Una vez que los identifican, intentan rastrear la fuente del material.
Pero a menudo, la única forma en que se denuncia el abuso es cuando el niño la reporta. E incluso entonces hay un largo camino por delante.
Varios trabajadores sociales dicen que tienen que pasar días, incluso semanas, presionando a la policía local para que rescate a los niños y presente cargos contra los padres.
“A veces recibimos la cooperación de las autoridades encargadas de hacer cumplir la ley, otras veces las acciones de las personas que se supone que protegen a los niños se retrasan. Pero tenemos que solucionarlo”, dice Emmanuel Drewery, de Preda.
La organización abrió por primera vez un hogar infantil para niñas en la década de 1970 cerca de la ciudad portuaria de Olongapo, que alguna vez fue el hogar de una gran base naval estadounidense.
Se había convertido en un centro para el turismo sexual: prostitución ilegal entre hombres extranjeros y niñas filipinas, a menudo aún adolescentes y traficadas para trabajar en la industria, o mujeres jóvenes empujadas al comercio sexual por la presión familiar y la desesperación económica.
Años después, los trabajadores sociales temen que gran parte del abuso sexual actual sea generacional, que muchas de las madres de los niños abusados también hayan sido violadas o agredidas sexualmente.
Creen que su punto de vista es: “Me pasó a mí, hice esto para sobrevivir y tú también debes hacerlo”.
El padre Shay Cullen, presidente de Preda, lucha por los derechos de los niños abusados en Filipinas desde 1974. Quiere una solución global a este problema nuevo y creciente.
“Tiene que haber [una] ley internacional. Esta es la única manera. Todos los gobiernos nacionales deben realmente imponer restricciones a las corporaciones de internet. Deben cooperar para restringir el paso de material de abuso infantil y la transmisión por streaming de abuso sexual de niños”.
Él admite que las cosas están cambiando, aunque lentamente.
Pero eso es solo una parte de la guerra. Para organizaciones como Preda, la mayor batalla radica en la rehabilitación de los niños.
“¿Por qué me hiciste esto?”
Algunos de los procesos de sanación más difíciles en Preda ocurren dentro de una habitación oscura con música suave de fondo.
Hay grandes almohadillas en las paredes y los pisos, del tipo que usan los gimnastas para un aterrizaje suave. La única luz proviene de la puerta abierta.
Unos cinco niños están arrodillados, cada uno en su propio espacio. La mayoría está de cara a la pared. El sonido abrumador es el ruido sordo de sus puños y pies mientras golpean las almohadillas.
Los primeros gritos crudos y angustiados hacen que tu corazón se detenga. Y luego comienza de nuevo, pero es difícil seguir escuchando, incluso desde la distancia, incluso durante unos minutos.
Las preguntas lanzadas contra las paredes acolchonadas -“¿Por qué me hiciste esto? ¿Por qué a mí? ¿Qué hice?“- son desgarradoras.
Un terapeuta se arrodilla en silencio adentro, listo para ayudar. “Todo comienza en la habitación”, dice Francisco Bermido Jr, presidente de Preda.
“Si pueden confrontar a los abusadores en la sala ‘primal‘, pueden avanzar y confrontar a estos abusadores en la sala del tribunal. Estas son emociones como el odio hacia sus abusadores, pero también el odio hacia aquellos a quienes les dijeron, pero que no les creían”.
Preda ha utilizado esta forma de terapia de liberación emocional, llamada primal (primaria), durante décadas para ayudar a los niños a sobrellevar el impacto emocional del abuso físico y sexual.
Pero están luchando por falta de recursos. Su centro cerca de Manila solo puede permitirse el lujo de acoger a unos 100 niños al año. Pero muchos más necesitan ayuda.
Una vez que se presenta un informe policial, los niños pueden ser enviados a varios hogares u orfanatos, pero muchos no tienen la capacitación o la experiencia para cuidar a los niños que han sufrido abuso.
El hermano mayor de Eric fue colocado primero en un orfanato cercano, sin sus hermanos, antes de ser trasladado al sitio de Preda.
Los trabajadores sociales del centro dicen que alrededor del 40% de los niños abusados que han estado bajo su cuidado logran llevar una vida a salvo de cualquier daño. Y cada éxito los mantiene en marcha.
La rutina ayuda. El centro ofrece un programa diario de tareas escolares, deportes como karate y voleibol, sesiones de cuentacuentos y, por supuesto, terapia.
“Me encanta el karate, el power dance y el primal“, grita Eric mientras golpea felizmente en el aire.
También le gusta cantar y se une a sus amigos en la sala de juegos. Cuando es su turno para un solo, canta suavemente al principio, luego crece su confianza y su voz se eleva por toda la habitación.
Uno de sus hermanos mayores todavía está demasiado traumatizado para hablar. Su hermana María, advierte Baldo, también habla poco.
Pero ese día, una María radiante, aferrada a su preciado estuche de lápices o a un juguete de peluche, estaba sorprendentemente curiosa y llena de preguntas. Realmente quería saber cómo se sentía un copo de nieve.
“Cuando llegaron, eran muy mansos, dóciles y desconfiados del mundo y de los demás”, dice Bermido Jr. Pero meses después, pueden contar su historia, cada detalle horrible, a los trabajadores sociales.
Los cuatro niños también han testificado contra su familia, un requisito de los tribunales de Filipinas.
“Eso es realmente muy importante porque ahí es donde comienza su búsqueda de justicia“, agrega.
Tanto Eric como Maria asisten a la sesión grupal de narración de cuentos. Él se sienta al lado de su hermana y enrosca distraídamente sus dedos alrededor de su cola de caballo.
Baldo le pregunta a María sobre Cenicienta y ella responde: “Cenicienta no se rindió ni en los momentos difíciles, ni en las situaciones más complicadas, todavía tenía esperanza”, dice, abrazando más fuerte a su juguete de peluche.
“Al igual que nosotros, aunque nuestros padres abusaron de nosotros, deberíamos ser como Cenicienta”.
Fuente BBC News