“No nos bañamos, a veces no comemos, nos pican los animales, dormimos mal, con los nervios alterados, pues tenemos que hacer guardia para cuidarnos y no nos encuentre la policía que nos busca día y noche”, relata José Evenor Mora, uno entre las decenas de personas que se esconden de las fuerzas del régimen de Daniel Ortega en la isla de Ometepe del lago de Nicaragua.
Desde su escondite en la isla, Mora relata a Expediente Público: “Aquí nada es igual, en el pueblo se vive una tristeza, una desolación, la gente está encerrada, con miedo, solo ellos (los policías y antimotines) caminan en las camionetas patrullando, asediando a las familias, bien armados”.
“Me siento terrible porque no puedo salir, no puedo ver a mi abuelita, mi tía y mi papá que están enfermos, no puedo ver a mi mamá, no puedo ir a mi casa, tengo que estar escondido. Andan en los callejones bien armados, dicen que hasta van a traer perros para encontrarnos. Nosotros no tenemos armas, nos defendemos con piedras y ellos son mucho más que nosotros. Ya nada es igual, mi pueblo parece un cementerio. Lo que queremos es que se vayan, que se retiren del pueblo y de toda la isla”, declara.
Así como Mora están viviendo, desde el pasado 19 de abril de 2020, otras 40 personas que huyeron de la represión desatada después que decenas de jóvenes aprovecharan la celebración de una familia para conmemorar con algarabía el segundo aniversario del levantamiento de abril 2018, en la apacible y pacífica comunidad de Esquipulas, ubicada al oeste de la isla formada por dos volcanes, uno de ellos aún activo.
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