Inés Sandoval es una señora de 70 años, una reconocida comerciante de comida del mercado Teodoro Martínez en Bluefields.  Hasta hace unos días, su pequeño comedor se destacaba por ofrecer  los platillos típicos de la Costa Caribe: la sopa marinera, el gallo pinto con coco y el exclusivo rondón.

Pero la difícil situación económica que atraviesa la región, le ha causado una caída de clientela y ya pocos comensales llegan a  saborear sus platillos, lo que ha ocasionado que cada día, Inés se quede con casi todo lo que cocina. 

Para esta adulta mayor, es cansado llevar en sus hombros la cocina de su comedor, sin embargo, está consciente de las necesidades que hay en su hogar, y aunque sus hijos trabajen, los ingresos no son suficientes. 

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Según la comerciante, diariamente se debería vender al menos veinte platos para recoger lo invertido, no obstante, hay días tan malos para su negocio, que llega a vender solo dos. “No puedo seguir perdiendo”, dice. Agrega que las casas financieras, no esperan y ella debe pagar puntualmente los préstamos que ha realizado para su pequeño establecimiento.

Ideas desesperadas

Esta semana, Inés, con más de diez años en el negocio de la comida, no soportó la presión y cerró medio tiempo.  Ahora por las tardes vende en las calles de Bluefields;  yoltamales, güirilas y atol, con el fin de llevar algo a casa.  

“Para comprar el arroz hacemos ventas que se ofrecen en la calle, porque si yo estoy esperando el bocadito de comida que se vende, eso no es vender”, asegura.

Es por eso que en las tardes doña Inés camina por las calles principales de la ciudad, ofreciendo sus productos y esperando que la venta del día salga, para reinvertir al día siguiente.

Algunos días la venta es buena, otros en cambio la comerciante debe regresar a su hogar con más pérdidas y esperar el día siguiente para dirigirse a su comedor. Una rutina que cansa más cuando los años pesan, sin embargo, Inés no cuenta con una pensión que le ayude a sobrellevar la economía de su hogar.

Canasta básica, inalcanzable 

En enero, la canasta básica de Nicaragua llegó a costar 19,023.13 córdobas, según datos del Instituto Nacional de Desarrollo (Inide), un  monto que no todos en esta zona pueden cubrir. 

“Lo que se compra de la canasta está carísimo, estamos llegando a un tiempo que no se sabe ni que hacer, ni qué pensar, porque todo es caro, entonces tenemos que rebuscarnos el arrocito, aunque no coma bien uno”, lamenta Inés.

La comerciante asegura que la situación de las familias ha empeorado desde la crisis sociopolítica del 2018. “Fue entonces cuando el negocio de los comedores cayó rápidamente y empeoró con la pandemia de la Covid-19”, aseguró.  

Inés sabe que a su edad no es bueno esforzarse tanto, pero cree que si no lo intenta moriría de hambre.

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